¡Esto es abominable!, exclamó el técnico Jáuregui en la rueda de prensa que él mismo había convocado al conocer la noticia. Era primera hora de la mañana. Antes había enviado a sus jugadores a su casa. Ese día no se entrenaba más.
¿Quién ha escrito esto?, mientras señalaba la portada de aquel periódico local. ¿Cómo es posible que salga esta información sin ser contrastada antes con el club?, continuó. Periodismo deportivo… En virtud de la deportividad, ustedes son la antítesis, por dios. ¡En mi vida, y mira que llevo más de cuarenta años en esto, no había visto faltarme al respeto de esta manera!
Por favor, ¿quiénes son ustedes para utilizar el nombre de un fuera de serie como Míchel y rebajarlo a este nivel? ¡Que somos la Unión Criptanense, dios mío! ¿Qué demonios están exigiendo? No han entendido nada de lo que significa este deporte, ni tampoco sobre su oficio… La verdad, con gente como ustedes, el periodismo se va al garete. Luego se quejan de que nadie quiera participar en sus coloquios, ni dar entrevistas ni leches.
Alonso Jáuregui era el entrenador desde esa misma temporada del Club Deportivo Unión Criptanense, equipo que militaba en la sexta categoría nacional, y que, tras la primera vuelta, vivía con el agua al cuello, rozando el farolillo rojo de la tabla. El técnico había llegado en julio con la vitola de ser un profesional metódico en sus planteamientos tácticos y físicos, pero con una personalidad que recordaba a la del marqués Del Bosque. Algo que no gusta mucho a la directiva más resultadista ni a los aficionados más radicales… Ni tampoco a la prensa más crítica con la dirección de un club.
En una crisis deportiva como esta, la prensa crispa el ambiente y ataca al que está en medio, como siempre. Pero comparar la posición de este club, cuya máxima aspiración es enfrentarse algún día por sorteo contra los grandes como el Madrid, Atleti o Barça en Copa del Rey para hacer su mayor taquilla en la historia, con la de un prestigioso entrenador y ex jugador internacional era excesivo.
El objetivo del club a principios de temporada era acceder a los puestos de playoff de ascenso. Pero, de acuerdo con la planificación deportiva del club, la realidad era bien distinta. Por eso, desde el principio, la prensa se posicionó en contra de Jáuregui. Decían que no se comería el turrón. Los hechos demostraban lo contrario. Pero, claro, a esas alturas de la película, la situación se hacía insostenible. Aunque el juego había mejorado, había irregularidad en los resultados, de modo que faltaba la fortuna que diferencian a los campeones del resto. El club había ratificado la permanencia de su entrenador unas semanas antes, pero la presión social acrecentaba por jornadas y la paciencia podía colmarse en cualquier momento.
Las críticas al entrenador estaban tomando un cariz preocupante, con tertulias continuas en la televisión local y, por supuesto, en los bares. Por su forma de ser, Jáuregui dejó que la bola se hiciera cada vez más grande, manteniéndose al margen de la opinión pública hasta ese momento. Nada importaba más en el pueblo que su cargo. Ninguna otra noticia de actualidad se había tratado con la misma justicia hasta entonces. Era, desde luego, una persecución contra su persona.
¿Cómo osan lanzar mensajes incendiarios a los aficionados, como si su línea editorial fuera parte esencial del juego, cuando ustedes no pintan nada en los intereses del club? ¿Acaso son accionistas? El consejo de administración me respalda en todo momento, pero esto… Esto es lamentable para la sociedad. ¿Qué clase de personas son, que solo quieren ver arder el mundo para publicarlo en su medio y usarlo de cebo en su beneficio? ¿A quiénes se deben? ¿eh? ¿Acaso hay algún anunciante interesado en que el club me eche? ¿De verdad? Pues escuchen bien, porque no voy a repetirlo.
Espero que salga mañana en portada, porque esto sí es información de primera mano. En cuanto me levante de esta rueda de prensa, me voy con el presidente a Getafe. Sí, han oído bien. Él mismo va a llevarme porque se lo he pedido personalmente y porque, apunten, no tengo el carnet de conducir. ¿De acuerdo? Voy a plantarme delante de Míchel para ofrecerle mi puesto, a ver qué le parece toda esta pantomima. No sabrá ni dónde está Campo de Criptana, pero gracias a mí este pueblo volverá a estar en el mapa. ¡Yaestá bien, Indas de pacotilla!
Desde el siglo XVI que no pasaba nada interesante en este lugar. Allí Miguel de Cervantes se inspiró con los molinos manchegos para crear, más que un personaje, un nuevo arquetipo que marcaría por siempre la literatura española y universal.
Y así, emulando a su tocayo cervantino, Jáuregui viajó con el difícil objetivo de conocer a otra víctima del periodismo deportivo. Era miércoles y el Getafe jugaba partido de Copa. Lo presenciaron en el palco gracias a que Ángel Torres, presidente del club azulón, veraneaba en la misma playa que su homónimo de la Unión. Terminado el partido, Jáuregui bajó a los vestuarios con la ayuda de Torres y tuvo una charla con Míchel. La conversación fue breve y concisa. El madrileño estaba afable, había ganado su equipo esa noche.
Sin embargo, Jáuregui dudó en el último instante si contarle o no lo sucedido para no centrar la conversación en algo que sabía que Míchel detestaba. Fueron compañeros de promoción en el curso de entrenador UEFA y ya entonces se quejaba de las críticas que recibía por ser comentarista de Champions League en TVE. Pero Jáuregui no sabe mentir y le pudo su sinceridad.
En cuanto Míchel le preguntó qué tal le iban las cosas, Jáuregui se abrió en canal. El entrenador azulón cambió el gesto cuando supo que su meme había vuelto a la prensa deportiva porque las cosas iban mal en un club. Le pidió disculpas a Jáuregui, después le dio ánimos para que continuase en el cargo y al final le confió que acudiría a ver un partido de la Unión, porque entre colegas se deben apoyar mutuamente.
Delante de las cámaras, Míchel aprovechó para dedicar la victoria del Getafe a Jáuregui, de quien dijo que era un amigo que le había dado las claves para ganarlo. Jáuregui no se lo creía. La victoria, de algún modo, era suya a efectos públicos. Ahora iba a tener todo el crédito que no había tenido desde su llegada al club. Se juró no perder esta oportunidad para redimirse. Y, al día siguiente, sus jugadores fueron los prime- ros en cambiar de mentalidad.
Asombrados por el revuelo mediático de Jáuregui, hicieron piña y el equipo encadenó una racha de victorias hasta finalizar la temporada escalando al playoff, algo que no había ocurrido en más de diez años. Ahora sonaba Míchel más que nunca, pero de otro modo… La afición también creyó en aquellas palabras, y se volcó con el equipo y su entrenador llenando el aforo cada jornada en casa. Sabían que había que arroparlo porque otros equipos acechaban con llevárselo a otra parte, dejando el proyecto deportivo de la Unión a medias.
Como contrapartida, el periódico que provocó la ira del protagonista acabó cerrando por falta de anunciantes, con Míchel precisamente en su última portada celebrando su primera Copa del Rey como entrenador.
¿Saben qué? Ahora sí que suena Míchel en el vestuario, manifestó Jáuregui en la rueda de prensa posterior al partido del ascenso. A mis jugadores les pongo ese vídeo todos los días para que no olviden que la humildad es algo que se tiene o no se tiene, como demuestra alguien tan grande como Míchel, que sabe lo que es ganar de verdad en el fútbol.
Míchel, a su vez, cumplió su palabra apoyando a Jáuregui desde el palco mientras escuchaba de fondo a la afición corear su nombre con fuerza en las gradas del estadio. Estaba emocionado al recibir tanto cariño de un club que ignoraba hacía poco tiempo. Pero que, gracias a él, escaló a Tercera. Como había prometido Jáuregui en aquel difícil invierno, Campo de Criptana, tierra de molinos, volvía a ser de gigantes.